sábado, 31 de mayo de 2014

Continuación



CONTINUACIONES

Al morir el heroico rey Ricardo frente al castillo francés de Chaluz, cambiaron muchas cosas en las vidas de las personas que allí vivían.

Juan SinTierra, hermano del difunto Ricardo volvió de Normandía, donde habia vivido durante estos años por mandato del rey Ricardo. Juan Sin Tierra llegó de forma muy vengativa, por la frustración y humillación que su hermano le hizo pasar. Poco a poco comenzó a enfrentar de nuevo a los pueblos normandos y sajones, el cual el rey Ricardo unificó con mucho trabajo, además de favorecer a la iglesia y quitarles las tierras a los sajones para dársela a los normandos.

Ivanhoe, que desde la inesperada muerte de su rey y amigo Ricardo, no levantaba cabeza, ante tan deplorable situación, se sentía totalmente impotente. Un día harto de ver las injusticias del rey Juan, emprendió camino y se fue a buscarlo para pedirle explicaciones y reprocharle sus acciones.

Se encontraban reunidos en el salón principal el rey Juan con sus dos subordinados Waldemar Fitzurse y Malvoisin, preparando sin duda otra perversa acción, cuando de repente apareció un criado para anunciar la llegada al castillo de Wilfred de Ivanhoe, que rogaba ser atendido por Juan Sin Tierra.
-¡Maldito! Mucho a tardado -murmuró Malvoisin-
-¡Tranquilo! -Le replicó el rey Juan- he deseado y soñado con este momento, quiero ver como se humilla y quiero expulsarlo de estas tierras cuanto antes.
-Templad mi rey -dijo sir Waldemar- vamos a pensar un poco y a relajarnos. Wilfred de Ivanhoe ha sido el mejor vasallo, el más valiente soldado y el más fiel hombre del rey Ricardo; creo que deberíamos estudiar la posibilidad de que se uniera a nosotros, con él, podríamos ganar muchas batallas.
-No es mala idea -respondió Malvoisin- pero igual de orgulloso es, como es buen luchador. No creo que acepte el ofrecimiento.
-Hacedlo pasar -concluyó el rey Juan-
Entró Ivanhoe en la sala, muy educadamente, le recriminó al rey Juan sus fechorias, le explicó porque creía que todo lo que estaba haciendo era injusto.

Estuvo largo rato reprochando sus acciones, cuando terminó, el rey Juan intentó engañarlo diciéndole que todo se podía solucionar si entraba a formar parte de sus servicios;
le siguió ofreciendo planes Waldemar intentando convencerlo, pero nada más lejos de la realidad Ivanhoe respondió:
-Mi único rey fue y será hasta el resto de mis días el rey Ricardo “Corazón de león”.
Nunca, jamás seré vasallo de ningún otro rey.

-¡Pues no se hable más! -dijo muy enfadado el rey Juan- Mañana a primera hora, un ejercito de hombres llegará a tus tierras y se apoderarán de ellas. Espero no pongas resistencias. Abandonarás tu casa y tu pueblo, marcharás de este país como un cobarde.

Ivanhoe y Cedric de Rotherwood, se resistieron a marcharse hasta lo imposible, pero al final no tuvieron más remedios que irse.

Ivanhoe había tenido cuatro hijos con Rowena, tres varones y la pequeña , una hembra.

Toda la familia junto a Cedric y un centenar de sajones que estaban en contra de los abusos que se estaban cometiendo, se pusieron en marcha, escoltados por la banda de Robin Hood hasta salir de Inglaterra.

Ivanhoe decidió no ir a Normandía, ni a Francia, deseaba empezar una nueva vida en un lugar donde no tuviera nada que ver con Inglaterra, así llegaron a España. Se fueron asentando poco a poco y la verdad es que les iba bien, en España había mucho trabajo en esos momentos y salieron adelante.

Llevaban ya un año en España cuando Rosaura, la hija menor de Ivanhoe, enfermó.
Cedric de Rotherwood, aunque había tenido que huir de su país, era un hombre de posibles, es decir, que tenía dinero y la llevó a los mejores médicos, sin resultados, pero se enteró que había una mujer judía en Sevilla que era curandera, que tenía muy buena fama por toda Andalucia. Entonces Cedric mandó a buscarla, pero ella, al enterarse de quien provenía su petición, se negó a ir.

Desesperados Cedric y Rowena, por el empeoramiento de Rosaura, decidieron llevar a la niña donde la curandera, pensando que una vez allí no se negaría a curarla.

Estuvieron tres días de viajes, la niña llegó muy mal a la casa de la curandera, pero nada más llegar, la atendió, Rowena y cedric estuvieron dos días sin ver a la pequeña, ya que la curandera la metió en una habitación en la que estuvo sin salir esos dos días; pero el tercer día salió para explicar a su madre y a su abuelo el mal que tenía Rosaura, Rowena casi se cae de la sorpresa al ver a la curandera y dijo:
-¡ Pero por Dios Santo! Si eres Rebeca, la joven judía que curó a mi esposo.
Rebeca no se sorprendió pues ella si sabía de quien se trataba. La curandera trato muy bien a Rowena y a Cedric, les dijo que la niña tardaría en recuperarse, aunque se pondría bien; que se tendría que quedar allí algún tiempo pero que la niña saldría de su casa andando con sus propios píes.

Rowena mandó la información a Ivanhoe, que se había quedado en Valencia por motivos de trabajo. Ivanhoe en cuanto pudo bajo hacia Sevilla para encontrarse con su esposa y su hija, sin saber quien era la curandera. Al llegar vio que la niña estaba mucho mejor y se dispuso agradecerle a la curandera sus milagrosas acciones.

Cuando Ivanhoe vio a Rebeca, fue como si una lanza lo atravesara de arriba, abajo, desde entonces Ivanhoe nunca volvió a ser feliz, porque esa bella judía lo cautivó y no se la podía sacar de la cabeza. Siguió fiel a su esposa Rowena pero en su corazón llevaba a Rebeca.


FIN

CONTINUACIÓN DEL LIBRO LA LEY DE LA CALLE

CONTINUACIÓN DEL LIBRO LA LEY DE LA CALLE


Veía como mi mejor amigo Steve se alejaba lentamente por la inmensidad de la solitaria playa. Yo estuve unas horas allí sentado sin hacer nada, mirando al infinito con la mirada perdida pensando en que podría hacer. Cuando anocheció me fui a casa.

Al día siguiente mientras estaba en un bar pidiendo algo de comer se me acercó por detrás un hombre de piel negra con pinta de vagabundo y al estar yo solo en el bar me dijo:
- Hola, me llamo Edwars, encantado- dijo ofreciéndome amablemente la mano en señal de saludo.
-Yo soy Rusty James, ¿qué se le ofrece?- pregunté devolviéndole cordialmente el saludo.
- No tengo nada que comer, llevo varios días sin comer y espero que usted me ayude- me dijo mientras se sentaba en uno de las sillas que había a mi lado.
- Como puede apreciar mi forma de vestir no soy muy rico y solo tengo lo necesario para poder sobrevivir diariamente- le dije cuando el camarero me sirvió la comida.
El hombre no entendió mi situación y se enfadó inexplicablemente. El hombre hacía bruscos aspavientos y gritaba muy fuerte mientras el camarero le pedía amablemente que abandonase el bar.
Yo no quería meterme en líos porque la policía ya me tenía fichado, pero yo tenía a la vez cabreo y sorpresa porque no sabía como ese tío se podía poner así por esta tontería, seguro que ese tío estaba pirado o algo parecido por no comer. La gente que pasaba por allí se quedaba en la puerta viendo el espectáculo y con la tontería ya habían allí bastantes personas reunidas.
Yo seguía sentado sin inmutarme haciendo como el que no me enteraba de nada sentado en la silla y mirando al frente cuando de repente el tío se acercó a mi y me largó un puñetazo.
- ¿Qué haces gilipollas?- le dije mientras me levantaba y me colocaba delante de él.
Iba a volverme a pegar cuando esquivé el puñetazo y se lo devolví con bastante fuerza, cayó al suelo y estaba sangrando por la nariz, se levantó y le volví a golpear y me tiré encima de él golpeándole en la cara sin parar. El camarero me separó y me tiró al suelo. 
- ¿Qué haces?- me dijo mientras hacía aspavientos- lo vas a matar y te vas a meter en un lío.
Yo me quedé callado mientras miraba el rostro del hombre ensangrentado.
La policía llegó a los pocos minutos y me engancharon entre dos y uno me cachearon contra la barra del bar mientras el otro me ponía las esposas.

Pasaron varios días, y me metieron en la cárcel por culpa de mis antecedentes en el reformatorio. En la cárcel pasaba los días solo, no tenía amigos allí dentro y tampoco los quería porque la gente de allí no me gustaba ni un pelo como supongo que yo no le gustaba ni un pelo a ninguno. Los días parecían eternos y las noches ni te cuento, no dormía apenas y a veces hablaba con mi compañero de celda pero no éramos muy amigos, no sé tampoco tenía mucho interés en serlo. Un día uno de los policías se acercó a mi celda y me dijo firmemente y con voz seria:
-James, acérquese.
Odiaba que me llamaran así pero no quería meterme en problemas contestándole con enfado. Hice lo que me ordenó y abrió la celda y me llevó con él.
-¿Dónde me lleva?- exclamé.
- No pregunte y siga andando, hay alguien que ha pagado tu fianza y estás libre.
Me quedé callado y pensando quién podría haber pagado la fianza y es más a quién le importaría salvar a un tío como yo.
Llegué a la puerta, me devolvieron las cosas que me habían confiscado a la entrada en la cárcel y salí, allí estaba Steve.
- ¿Por qué has hecho eso?- le dije.
- Fui al bar donde pasó todo y el camarero me lo contó todo- me respondió.
- ¿Y cómo supiste que fui yo?- exclamé.
- Por la descripción que me hizo el camarero supe que eras tu, eres el único que conozca que tiene el pelo así- sonrió.
Desde entonces no hemos perdido el contacto y yo no he vuelto a meterme en ningún lío, esto me ha demostrado que tener un buen amigo siempre viene bien.