CONTINUACIÓN DEL LIBRO LA LEY DE LA CALLE
Veía como mi mejor amigo Steve se alejaba lentamente por la inmensidad de la solitaria playa. Yo estuve unas horas allí sentado sin hacer nada, mirando al infinito con la mirada perdida pensando en que podría hacer. Cuando anocheció me fui a casa.
Al día siguiente mientras estaba en un bar pidiendo algo de comer se me acercó por detrás un hombre de piel negra con pinta de vagabundo y al estar yo solo en el bar me dijo:
- Hola, me llamo Edwars, encantado- dijo ofreciéndome amablemente la mano en señal de saludo.
-Yo soy Rusty James, ¿qué se le ofrece?- pregunté devolviéndole cordialmente el saludo.
- No tengo nada que comer, llevo varios días sin comer y espero que usted me ayude- me dijo mientras se sentaba en uno de las sillas que había a mi lado.
- Como puede apreciar mi forma de vestir no soy muy rico y solo tengo lo necesario para poder sobrevivir diariamente- le dije cuando el camarero me sirvió la comida.
El hombre no entendió mi situación y se enfadó inexplicablemente. El hombre hacía bruscos aspavientos y gritaba muy fuerte mientras el camarero le pedía amablemente que abandonase el bar.
Yo no quería meterme en líos porque la policía ya me tenía fichado, pero yo tenía a la vez cabreo y sorpresa porque no sabía como ese tío se podía poner así por esta tontería, seguro que ese tío estaba pirado o algo parecido por no comer. La gente que pasaba por allí se quedaba en la puerta viendo el espectáculo y con la tontería ya habían allí bastantes personas reunidas.
Yo seguía sentado sin inmutarme haciendo como el que no me enteraba de nada sentado en la silla y mirando al frente cuando de repente el tío se acercó a mi y me largó un puñetazo.
- ¿Qué haces gilipollas?- le dije mientras me levantaba y me colocaba delante de él.
Iba a volverme a pegar cuando esquivé el puñetazo y se lo devolví con bastante fuerza, cayó al suelo y estaba sangrando por la nariz, se levantó y le volví a golpear y me tiré encima de él golpeándole en la cara sin parar. El camarero me separó y me tiró al suelo.
- ¿Qué haces?- me dijo mientras hacía aspavientos- lo vas a matar y te vas a meter en un lío.
Yo me quedé callado mientras miraba el rostro del hombre ensangrentado.
La policía llegó a los pocos minutos y me engancharon entre dos y uno me cachearon contra la barra del bar mientras el otro me ponía las esposas.
Pasaron varios días, y me metieron en la cárcel por culpa de mis antecedentes en el reformatorio. En la cárcel pasaba los días solo, no tenía amigos allí dentro y tampoco los quería porque la gente de allí no me gustaba ni un pelo como supongo que yo no le gustaba ni un pelo a ninguno. Los días parecían eternos y las noches ni te cuento, no dormía apenas y a veces hablaba con mi compañero de celda pero no éramos muy amigos, no sé tampoco tenía mucho interés en serlo. Un día uno de los policías se acercó a mi celda y me dijo firmemente y con voz seria:
-James, acérquese.
Odiaba que me llamaran así pero no quería meterme en problemas contestándole con enfado. Hice lo que me ordenó y abrió la celda y me llevó con él.
-¿Dónde me lleva?- exclamé.
- No pregunte y siga andando, hay alguien que ha pagado tu fianza y estás libre.
Me quedé callado y pensando quién podría haber pagado la fianza y es más a quién le importaría salvar a un tío como yo.
Llegué a la puerta, me devolvieron las cosas que me habían confiscado a la entrada en la cárcel y salí, allí estaba Steve.
- ¿Por qué has hecho eso?- le dije.
- Fui al bar donde pasó todo y el camarero me lo contó todo- me respondió.
- ¿Y cómo supiste que fui yo?- exclamé.
- Por la descripción que me hizo el camarero supe que eras tu, eres el único que conozca que tiene el pelo así- sonrió.
Desde entonces no hemos perdido el contacto y yo no he vuelto a meterme en ningún lío, esto me ha demostrado que tener un buen amigo siempre viene bien.
-James, acérquese.
Odiaba que me llamaran así pero no quería meterme en problemas contestándole con enfado. Hice lo que me ordenó y abrió la celda y me llevó con él.
-¿Dónde me lleva?- exclamé.
- No pregunte y siga andando, hay alguien que ha pagado tu fianza y estás libre.
Me quedé callado y pensando quién podría haber pagado la fianza y es más a quién le importaría salvar a un tío como yo.
Llegué a la puerta, me devolvieron las cosas que me habían confiscado a la entrada en la cárcel y salí, allí estaba Steve.
- ¿Por qué has hecho eso?- le dije.
- Fui al bar donde pasó todo y el camarero me lo contó todo- me respondió.
- ¿Y cómo supiste que fui yo?- exclamé.
- Por la descripción que me hizo el camarero supe que eras tu, eres el único que conozca que tiene el pelo así- sonrió.
Desde entonces no hemos perdido el contacto y yo no he vuelto a meterme en ningún lío, esto me ha demostrado que tener un buen amigo siempre viene bien.
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