jueves, 31 de octubre de 2013

EL ENANO EXPULSADO DE PALACIO.

Capítulo vigésimo cuarto.

     Tardé varios meses en salir de la situación en la que me encontraba y olvidar la muerte de Diego Velázquez y doña Juana, y cuando más o menos creí haberlo olvidado todo, vino a mis oídos un gran problema para mí. Todo sucedió así: una noche en la que me encontraba en mi habitación a punto de irme a dormir, alguien empezó a golpear muy fuerte mi puerta y se escucharon varios gritos con voz de mujer.
    
     -Nicolás, Nicolás, abra ligero, tengo que comunicarle algo muy importante, abra, por favor.

     Me incorporé inmediatamente y di un salto de la cama, abriendo a toda prisa la puerta. Para mi sorpresa, allí se encontraba Maribárbola y parecía estar muy nerviosa. Me volvió a repetir lo mismo, entonces le di la palabra.

     -Nicolás, -empezó diciéndome- el conde Aguilar se ha enterado de que tú fuiste el que le golpeaste con el candelabro la pasada noche, tenía tal enfado que se lo ha comunicado al Rey y quiere verte en su Cámara a primera hora de la mañana.

     Las palabras de Maribárbola me preocuparon profundamente. Ella continuó diciendo:

     -Éste, como bien sabes, ya conoce algo de lo sucedido, pero no todo. Ha llegado a sus oídos que el conde estaba muy enfadado porque también le golpeaste. Por ello, ha decidido hablar contigo muy seriamente.

     Con gran sorpresa dije:

     -¿De verdad se ha enterado el conde de todo y se lo ha contado al Rey? ¿Qué puedo hacer?, me echarán de palacio. Estoy metido en un gran lío.

     Maribárbola continuó muy exaltada:

     -No tienes otra cosa que hacer, Nicolás, sólo acudir mañana a ver al Rey, será lo mejor. Yo me tengo que marchar, pero te conviene presentarte allí, no creo que pueda ocurrirte nada del otro mundo. Buenas noches, espero estar mañana presente.

     Con paciencia dije que me encontraría allí a primera hora. Tampoco tenía otra opción.


Capítulo vigésimo quinto.

     Después de todo lo vivido me sentía apenado y decidí irme a descansar. Sin embargo, cuando me eché en la cama las grandes sensaciones vividas no me dejaban dormir. Poco a poco, ya avanzada la noche, el sueño fue pudiendo conmigo hasta quedar profundamente dormido.

     A la mañana siguiente me levanté muy nervioso, me coloqué una de mis mejores vestimentas y con mucho miedo salí en dirección a la Cámara del Rey. En la puerta, como bien me había dicho, estaba esperándome Maribárbola.

     -Nicolás el Rey ya te está esperando, debes entrar cuanto antes, no puedes hacerlo esperar más. Y recuerda que debes decirle siempre la verdad y no mentir en nada, contarle las cosas tal y como ocurrieron.
  
     Una vez dentro me hizo indicaciones para que me sentara en una silla que se encontraba frente a él y, mientras me miraba seriamente, comenzó a preguntar:

     -Bueno días Nicolás,-me dijo con voz templada pero sin ocultar su enfado,- el motivo por el que te he hecho venir hasta aquí tiene que ver con lo hablado contigo hace unos días, pero esta vez han llegado a mis oídos otras cosas, como el hecho de haber golpeado al conde Aguilar aquella noche. ¿Puedes confirmarme si es verdad todo lo que se cuenta?

     -Majestad, -dije agachando la cabeza como muestra de arrepentimiento- la información que le ha llegado se corresponde con la realidad. Me gustaría transmitirle mi tristeza por comportarme de tal manera.

    El Rey, al escuchar mis palabras confirmando que todo lo que había escuchado era verdad, me comunicó con voz grave algo que a partir de ese momento marcaría mi vida y que nunca podré olvidar.

     -A ver Nicolasillo, debo comunicarte que los hechos ocurridos la pasada noche son inaceptables. No es un comportamiento adecuado que vayas por ahí agrediendo y golpeando a los demás, y mucho menos, si se trata del mismísimo conde. La importancia de lo que ocurrió me llevan a tomar la siguiente decisión: mañana, antes de que salga el sol, un hombre llamado Roberto Merino vendrá para acompañarte a un lugar lejos de palacio, ya que por tu comportamiento no mereces estar aquí. Todo está decidido por lo que puedes marchar a tu habitación e ir recogiendo todos tus objetos personales.

     Me quedé sin palabras por todo lo que me había dicho. No me lo esperaba ni muchísimo menos. Estuve frente al Rey no más de cinco minutos pero me pareció una eternidad. Al salir de allí corrí hacia mi habitación y Maribárbola detrás de mi, pidiéndome que le contara lo sucedido en la Cámara. Me detuve a medio camino por pena de la pobre mujer y se lo conté todo. Se quedó pasmada e incluso se le cayeron algunas lágrimas de pena por lo sucedido. Después volví a coger rumbo hacia mi habitación y me encerré allí hasta la mañana siguiente que vino a recogerme Roberto Merino. Una vez cogí mis objetos personales salí de ese lugar donde había estado viviendo tantos años.

     Fue duro despedirme de las personas que conocí en palacio, pero sobre todo de Maribárbola y mi perrillo Moisés, que no dejaron que viniera conmigo. Cuando estaba despidiéndome de ellos, Roberto me tiró del brazo para que saliera de una vez y me montara en el carro. Yo no sabía adonde iba, ni lo que me encontraría en el que iba a ser a partir de ahora mi nuevo hogar. El hombre me dijo que me llevaba a casa de una familia noble y buena y que si mi comportamiento era correcto, no tendría ningún problema.


     Al llegar, un señor y una señora estaban esperándome en la entrada de la casa para darme la bienvenida. Parecían muy simpáticos y buenas personas y me hicieron pasar con un gesto muy amable. Me hicieron sentarme en el salón y me pidieron que le contara algo de mi vida. Le conté todo lo que me había sucedido y podía ver en ellos el asombro que le producía todo lo que les había comunicado. Más tarde, me enseñaron toda la casa y me asignaron la que sería a partir de ese momento mi habitación. Se trataba de una habitación amplia y muy cómoda para vivir.

    Los días pasaron y pude comprobar como mi vida transcurría perfectamente en aquella casa, aunque echaba de menos la vida en palacio. El señor poseía numerosas tierras y me encargó que trabajara allí. Poco a poco me fui ganando la confianza de los señores que, con el paso del tiempo, me dieron mas responsabilidad en sus asuntos.

     Tenía bien aprendida la lección de que cuando alguien te da su confianza debes hacer todo lo posible para mantenerla y hacerte merecedora de ella.


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