Al poco
tiempo de morir Velázquez muere también su esposa, Juana Pacheco. Tras estas
dos muertes yo me sentí con una gran tristeza. En palacio sin ellos ya nada es
lo mismo, me encuentro un poco solo. Aun me quedan muchos otros seres queridos,
los cuales también están muy dolidos por estas dos muertes.
En palacio, todo ha cambiado, se ha quedado un
hueco profundo, un hueco que aunque pasen los años, nadie rellenará.
En mis noches
solitarias, solo hago pesar y pensar, darle vueltas de que será de mi padre, de
Marina, de la que tan poco recuerdo, de cómo sería mi vida ahora allí.
Por una parte quiero ir a Italia, pero por otra no quiero dejar en palacio a mi fiel amiga Maribárbola, ni a Acedo ni a Pareja, otros grandes amigos míos. Reuní a todos para contarles.
Por una parte quiero ir a Italia, pero por otra no quiero dejar en palacio a mi fiel amiga Maribárbola, ni a Acedo ni a Pareja, otros grandes amigos míos. Reuní a todos para contarles.
-¿Estamos
todos verdad?
-Sí. ¿Qué
pasa? Nos tienes preocupados Nicolás – respondió Maribárbola con una voz
preocupante.
- A ver,
dinos, todos estamos intrigantes. – Añadió Acedo.
-Hace tiempo
que estoy dándole vueltas a la idea de volver a mi pueblo.
-¿Cómo
dices? – se sorprendió su amiga.
-¡Tu padre
te vendió cuando eras un niño!- Añadió Pareja.
- Sí. –
dije- Pero a pesar de todo me gustaría ir, ya estoy decidido, solo me queda ir
a pedirle permiso al rey.
-Si así tú
lo quieres, te concertaré una cita con el Rey para mañana mismo –dijo Acedo.
Esa noche no
dejé de darle vueltas a todo el tema de si irme o no. Tampoco deje de pensar
como le iba a decir eso al rey.
Después de
todo lo que he hecho en palacio, todos mis progresos, mis aprendizajes, etc. Pienso
que me lo merezco.
A la mañana
siguiente, ya con el rey, este me dijo:
-Nicolás,
¿deseabas hablar conmigo?
-Su
majestad, quiero pedirle un favor, me gustaría ir a Italia, a mi pueblo, Alessandria
de la Palla. Aunque tengo un vago recuerdo de mi padre y no le tengo cariño
alguno, quisiera saber que ha sido de él, que viese en la persona que me he
convertido, para que a pesar de lo que me odiaba y se avergonzaba de mí, pueda
decirle que lo perdono. Qué gracias a su decisión de mandarme a España, he
podido conocer a grandes personas que me han ayudado, y he conseguido
convertirme en lo que hoy soy.
-Está bien
Nicolás, llegaste aquí cuando aun eras un niño, y ahora que tienes 20 años,
después de todos tus esfuerzos y logros aquí te mereces mi permiso para que
marches a tu Italia querida. Tómate el tiempo conveniente, pudiendo volver
siempre que quieras a palacio.
-Muchas
gracias su majestad, le agradezco todo lo que ha hecho por mí en todo este
tiempo, seguro que volveré. Mañana mismo empezaré a organizar mi partida y
despedirme de mis amigos, ya ellos saben de mi intensión.
Después de
varios días de viaje, llegué a Italia.
Al llegar a
mi pueblo, nadie me reconocía y como no recordaba nada, tuve que preguntar
donde vivía mi padre, el señor Pertusato.
Llegue por
fin a casa de mi padre, y al abrir este la puerta se sorprendió al verme, pues
de momento supo, que era yo, su hijo Nicolás.
-Nicolás,
¿eres tú?- dice mi padre, que no pudo contener sus lagrimas.
-Sí, soy yo.
-Perdóname
hijo, por no haberte dejado crecer a mi lado.
-Sí, padre,
aunque le he odiado mucho y no podía comprender sus motivos, gracias a ello, he
aprendido muchísimas cosas de las que estoy muy orgulloso y he conocido a
personas maravillosas.
-Sí, veo que
te has convertido en una gran persona. Espero que te quedes durante un tiempo,
para que podemos conocernos y recuperar
algo del tiempo perdido.
En ese momento, mientras hablábamos, entró una joven que se parecía mucho a mi. Mi padre me explicó entonces, que después de yo irme se casó con Susana, una prima de mi madre, y que tuve una hermana.
Mi hermana se sorprendió mucho al verme, pues ella no sabía nada.
Mi hermana se sorprendió mucho al verme, pues ella no sabía nada.
Me quedé con ellos unas semanas, y en ese tiempo, también fui a ver a Marina, que ya
estaba bastante mayor.
Echaba de
menos mis amigos y mi vida en palacio, por lo que después de haber pasado unos
días en Italia, quise volver a palacio, porque mi vida estaba allí. Aunque
prometí que volvería.
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