jueves, 31 de octubre de 2013

VISITA A MI PUEBLO.

Al poco tiempo de morir Velázquez muere también su esposa, Juana Pacheco. Tras estas dos muertes yo me sentí con una gran tristeza. En palacio sin ellos ya nada es lo mismo, me encuentro un poco solo. Aun me quedan muchos otros seres queridos, los cuales también están muy dolidos por estas dos muertes.
 En palacio, todo ha cambiado, se ha quedado un hueco profundo, un hueco que aunque pasen los años, nadie rellenará.

En mis noches solitarias, solo hago pesar y pensar, darle vueltas de que será de mi padre, de Marina, de la que tan poco recuerdo, de cómo sería mi vida ahora allí.
Por una parte quiero ir a Italia, pero por otra no quiero dejar en palacio a mi fiel amiga Maribárbola, ni a Acedo ni a Pareja, otros grandes amigos míos. Reuní a todos para contarles.

-¿Estamos todos verdad?
-Sí. ¿Qué pasa? Nos tienes preocupados Nicolás – respondió Maribárbola con una voz preocupante.
- A ver, dinos, todos estamos intrigantes. – Añadió Acedo.
-Hace tiempo que estoy dándole vueltas a la idea de volver a mi pueblo.
-¿Cómo dices? – se sorprendió su amiga.
-¡Tu padre te vendió cuando eras un niño!- Añadió Pareja.
- Sí. – dije- Pero a pesar de todo me gustaría ir, ya estoy decidido, solo me queda ir a pedirle permiso al rey.
-Si así tú lo quieres, te concertaré una cita con el Rey para mañana mismo –dijo Acedo.

Esa noche no dejé de darle vueltas a todo el tema de si irme o no. Tampoco deje de pensar como le iba a decir eso al rey.
Después de todo lo que he hecho en palacio, todos mis progresos, mis aprendizajes, etc. Pienso que me lo merezco.

A la mañana siguiente, ya con el rey, este me dijo:
-Nicolás, ¿deseabas hablar conmigo?
-Su majestad, quiero pedirle un favor, me gustaría ir a Italia, a mi pueblo, Alessandria de la Palla. Aunque tengo un vago recuerdo de mi padre y no le tengo cariño alguno, quisiera saber que ha sido de él, que viese en la persona que me he convertido, para que a pesar de lo que me odiaba y se avergonzaba de mí, pueda decirle que lo perdono. Qué gracias a su decisión de mandarme a España, he podido conocer a grandes personas que me han ayudado, y he conseguido convertirme en lo que hoy soy.
-Está bien Nicolás, llegaste aquí cuando aun eras un niño, y ahora que tienes 20 años, después de todos tus esfuerzos y logros aquí te mereces mi permiso para que marches a tu Italia querida. Tómate el tiempo conveniente, pudiendo volver siempre que quieras a palacio.
-Muchas gracias su majestad, le agradezco todo lo que ha hecho por mí en todo este tiempo, seguro que volveré. Mañana mismo empezaré a organizar mi partida y despedirme de mis amigos, ya ellos saben de mi intensión.

Después de varios días de viaje, llegué a Italia.
Al llegar a mi pueblo, nadie me reconocía y como no recordaba nada, tuve que preguntar donde vivía mi padre, el señor Pertusato.
Llegue por fin a casa de mi padre, y al abrir este la puerta se sorprendió al verme, pues de momento supo, que era yo, su hijo Nicolás.
-Nicolás, ¿eres tú?- dice mi padre, que no pudo contener sus lagrimas.
-Sí, soy yo.
-Perdóname hijo, por no haberte dejado crecer a mi lado.
-Sí, padre, aunque le he odiado mucho y no podía comprender sus motivos, gracias a ello, he aprendido muchísimas cosas de las que estoy muy orgulloso y he conocido a personas maravillosas.
-Sí, veo que te has convertido en una gran persona. Espero que te quedes durante un tiempo, para que podemos conocernos  y recuperar algo del tiempo perdido.
En ese momento, mientras hablábamos, entró una joven que se parecía mucho a mi. Mi padre me explicó entonces, que después de yo irme se casó con Susana, una prima de mi madre, y que tuve una hermana.
Mi hermana se sorprendió mucho al verme, pues ella no sabía nada. 

Me quedé con ellos unas semanas, y en ese tiempo, también fui a ver a Marina, que ya estaba bastante mayor.
Echaba de menos mis amigos y mi vida en palacio, por lo que después de haber pasado unos días en Italia, quise volver a palacio, porque mi vida estaba allí. Aunque prometí que volvería.


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