La desolación en la vida de Catalina y en la de su hijo
José, se apoderó de ellos tras la dramática muerte del héroe Martín.
Ambos fueron conscientes de que la vida tenía que continuar,
pues debían de seguir con el ejemplo de vida tan luchadora y tan llena de
esperanza que demostraba siempre Martín.
Se desplazaron a la casa donde Catalina se crió y donde ella
pretendía comenzar la nueva vida en la que con mucho sacrificio tenía que
afrontar los nuevos retos que el día a día se podían enfrentar tras una cruel
guerra que apenas entendían.
Los habitantes del pueblo no pusieron ni mucho menos fácil
la vida de Catalina ni a la del pequeño José.
Los rencores, odios y habladurías sobre los que volvían
después de años a rehacer la vida eran
muy normales en aquella época de guerras e incertidumbre.
Pero una luchadora como la mujer del héroe, no podía parar
por aquellas historias y pronto le dio un vuelco al maltrecho día a día, al
encontrarse de nuevo con el compañero Bautista.
Este seguía con la labor de contrabando y trapicheo de su
gran amigo, intentando siempre pasando de un lado a otro de la frontera con
todo el cuidado que requería dicha faena.
Durante días intercambiaron muchas risas, anécdotas e
incluso algún secreto que meses atrás le había comentado su marido, en relación
con su trabajo que desconocía Bautista.
Gracias a dichos secretos sacados a la luz por Catalina, su
amigo Bautista pudo completar algunas rutas donde se podía realizar mejor el
contrabando, no solo de armas y municiones, sino de oro y de joyas que sustraían
ladrones profesionales en la parte francesa.
A cambio de esta información, Bautista le prometió dar una
parte del negocio a Catalina para que pudiera dar una mejor vida al hijo de
Martín.
Ella recibía una vez al mes a un amigo de Bautista llamado
Jon y le daba buena cuenta del negocio
que tenían entre manos.
Jon, era un joven algo feo de cara pero muy fuerte y no solo
en el físico, sino en espíritu algo que le gustaba mucho a ella, que cada vez
que venia la relación entre ambos iba mas allá de lo estrictamente profesional.
Años pasaron con muchos cambios y aquella aventura de
fronteras y contrabandos se dejo en el olvido, la vida para Catalina y Jon continuó en el pueblo, viendo crecer a un talentoso José en el que asombraba dando tesis en la Universidad de Deusto.
Nada más se supo de Bautista, dicen que la Guardia Civil lo encontraron con dos tiros en la cabeza y con la manos atadas bajo un enorme pino.
José Zalacain Ohando llevo la vida de su padre con orgullo por las tertulias del casco viejo de Bilbao donde reside en la actualidad.
Fin
Fin
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