domingo, 2 de marzo de 2014

Ivanhoe

    Wilfred y Rowena vivieron felices muchos años y su matrimonio se vio bendecido con numerosos hijos. Se amaban desde la infancia, y los muchos obstáculos que les habían separado durante tanto tiempo hacían que su amor fuera más intenso. Ivanhoe ocupó destacados cargos al servicio de Ricardo hasta la prematura muerte del heroico rey frente al castillo francés de Charluz. Sería, sin embargo, faltar a la verdad, si no añadiéramos que el recuerdo de la belleza y la bondad de Rebeca acudía a la mente y al corazón del hijo de Cedric con más frecuencia de lo que la hermosa Rowena hubiera deseado.

    Poco tiempo después de su boda, Rowena y Wilfred tuvieron gemelos. Críspulo y Áureo que así se llamaban los dos pequeños, eran rubios de ojos como el carbón. Además de ser valientes y luchadores como su padre, tenían la belleza de las facciones de su madre. Al cabo de tres años vino la tercera, Atilana y dos años más tarde Ivanhoe y Rowena tuvieron a la última de su familia, la más pequeña y bella de todos, Adrey.

    Cuando los dos niños tenían aproximadamente la quincena de años, Inglaterra entró en conflicto con España. A ella tuvo que dirigirse Ivanhoe como comandante de una de las tropas que el rey Ricardo había mandado.

    Allí, se encaminaron hacia Andalucía, donde encontró a la bella Rebeca que se había convertido en una gran conocida por sus facilidad de curar, gracias a los conocimientos que adquirió de la mujer judía que la cuidó.

    Una noche, hizo que Wamba fuese a buscar a Rebeca. Al llegar ésta, cenaron juntos y tras numerosas copas de vino se encaminaron hacia el dormitorio. Rebeca cuando vio las intenciones de Ivanhoe se negó, ya que éste tenía esposa pero no pudo resistirse con el amor y atracción que tenía hacia él.

    Esa misma noche, Rebeca se quedó embarazada de Wilfred pero al despertarse por la mañana él se arrepintió de lo ocurrido, aunque ya no había vuelta atrás. Al sentirse indignado de haber mancillado su nombre con una judía, decidió acusar a Rebeca de haberlo engañado con sus pócimas y conjuros.

    Se organizó un juicio donde se juzgaba la habilidad de Rebeca, pensaban que era bruja, por tanto, la acusaban de hereje. Como era de esperar lo perdió ya que la palabra de un importante guerrero y comandante de las tropas del rey Ricardo sería mucho más importante que las palabras de una pobre judía. Al cabo de declararse su sentencia, la condenaron a morir en la hoguera.


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