Decidí hacer una relación de lo que me había ocurrido el último
año. Para ello, saque un tintero que había comprado antes de venir, y tomando
la pluma del ave Fénix, que con tanto esmero conservaba, comencé a escribir sin
dificultad, como si a través de ella resucitasen de nuevo lo sucesos de aquel
año.
Sin temblarme la memoria, escribí: Yo, el pobre Robinsón Sánchez,
habiendo naufragado durante una terrible tempestad, llegue a la playa de esta
miserable e infortunada isla, a la que llamé de la Desesperación...
Los días aquí en la sierra son largos y aburridos. Mi padre se
pasa todo el día fuera, esperando que pase un tren, y mi madre siempre
con sus faenas, sola en casa. Yo me encierro en mi habitación y escribo y
escribo. Solamente hago pensar y añadirle partes a mi pequeño diario.
Un día mientras salí a pasear por la sierra, paró un tren y se
bajaron unos chicos que me dijeron:
-¡Eh, tú! ¿Qué haces por aquí?
-Vivo aquí.- respondí con un tono desconfiado.
-Que aburrido.-me dijeron ellos- ¿y qué haces para entretenerte?.
-Escribo un diario de mi último año.
-Pues por si te interesa, ahora hay un concurso para principiantes
escritores de libros.
- Sería muy interesante, gracias, pero no sé si me dará tiempo a
terminar mi obra.
-La próxima semana pasaré otra vez por aquí y te traeré toda la
información. Tengo que irme, adiós.
Tal como me habían dicho, a la semana siguiente me trajeron toda
la información del concurso, y después de leerla, decidí presentarme. Se
lo dije a mis padres y ellos me apoyaron en mi decisión. Luego me puse manos a
la obra para terminar mi diario, ya que quedaban pocos días para que finalizase
el plazo de presentación.
5 meses más tarde.
Todos los lunes, cuando paraba el tren que cada semana llevaba el
correo de una ciudad a otra, yo me acercaba por si había alguna carta para mí,
pero las semanas pasaban y pasaban, y no llegaba noticia alguna. Un día, por fín,
me llegó una noticia buenísima, había recibido una beca para entrar en la Universidad
de Salamanca el próximo curso, donde estudiaría y podría seguir escribiendo.
Mis padres se alegraron
muchísimo, me dijeron que vendrían a visitarme todas las veces que pudieran.
Al día siguiente, cuando paró el tren se bajaron Andrés y Ernesto,
pues así se llamaban los chicos que me trajeron la información del concurso,
ellos ya se habían enterado de que había ganado.
- Muchas
Felicidades, Miguel, nos alegramos muchísimo, dijeron ellos.
-Gracias.
En Septiembre me marcharé para Salamanca, para comenzar mis estudios.
-Ya lo
sabemos. Veníamos a decirte que nosotros también estudiaremos este próximo curso allí.
-¡Qué
bien!, pues ya nos veremos.
Por fin llegó el día, tenía muchas ganas de emprender mi viaje,
estaba seguro de que iba a conseguir llegar a ser un escritor importante en
esta vida, y para ello, pondré todo mi esfuerzo.
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