domingo, 27 de abril de 2014

CONTINUACIÓN DEL LIBRO “EL MISTERIO VELÁZQUEZ


        
Habían pasado unos días desde la muerte de Don Diego y su esposa, Doña Juana cuándo un día que me encontraba paseando por los jardines de la corte vi venir corriendo a Maribárbola. Corría muy deprisa, y su cara estaba roja como un tomate. Me llamaba a gritos desde lejos.

-         ¡Nicolasillo, Nicolasillo! - exclamaba todo lo fuerte que podía.
-         ¡Aquí estoy! – grité yo desde el fondo del jardín.

No podía imaginar que habría pasado para que viniera tan alterada. Cuando llegó hasta dónde yo estaba tuvo que esperar un buen rato para hablar hasta que recuperó el aliento.

-         Nicolás – dijo al fin – han venido a buscarte.
-         Mujer, habla más tranquila y cuéntame que ha pasado. ¿Quién ha venido a buscarme y por qué estás tan nerviosa?
-         Ni te lo imaginas, Nicolasillo. Era un hombre que yo no había visto nunca, el hombre más tenebroso que he visto nunca, parecía un monstruo. Su cuero y su cara parecían deformes y daba mucho miedo.

Un escalofrío recorrió mi espalda. Me acordé del criado de Nerval, aquel hombre que había conocido el día que Don Diego me mandó a la casa de Nerval. No había sabido nada del “lúgubre” desde el día que me lo crucé en casa de Don Diego cuando me estaba pintando en el cuadro, y me repitió las palabras de siempre: “entrasteis el último en el cuadro y el último saldréis”.

-         ¿Y qué quería ese hombre? – pregunté a Maribárbola nervioso.
-         Ha preguntado por ti, y ha insistido mucho en verte. Le he dicho varias veces que no estabas, ya que me ha dado mucho miedo. Entonces me ha dicho muy enfadado que te esperará esta noche a las 10 en la esquina de la Plaza Mayor para llevarte por orden de su señor.
-         ¿Para qué me querrá? – me pregunté en voz alta.
-         No lo sé, pero yo no iría – me dijo Maribárbola.
-         ¿Por qué?
-         Ese hombre da mucho miedo. Yo no soy ninguna cobarde, pero no me fio de él.

Me quedé pensativo y volví a mis aposentos. No tenía ni idea de porqué Nerval querría verme. Siempre se había portado amablemente conmigo, pero es verdad que tenía muy mala fama. Además, gracias a mí se había roto el hechizo que tenía sobre Don Diego, y yo no sabía si él se habría enterado.

No tenía ni idea de lo que pasaría, pero yo no era ya un niño y no tenía miedo, así que decidí ir.

Esa noche, justo en el momento en que iba a salir, se cruzó en mi camino alguien que me resultaba familiar.
-         ¿Dónde vas, Nicolasillo?
-         - ¡Padrino! – exclamé- ¿Qué haces aquí? ¿No estabas en Andalucía?
-         Si, si…he llegado esta mañana, y en cuando llegué a palacio me encontré con Maribárbola, que me contó lo que había pasado esta mañana. Tú no vas a ninguna parte. Aún eres muy joven, así que mandaremos a un criado para que se entere de para que te quiere el siniestro Nerval.
-         De acuerdo, padrino.

Así fue como Acedo mandó a uno de sus mejores hombres al lugar de la cita. Al poco rato volvió ensangrentado y nos contó que la cita había sido una emboscada, y que por poco lo mata el criado de Nerval, pero que él era más fuerte y pudo pegarle un puñetazo que lo tiró al suelo. Se dio en la cabeza con una piedra y se murió.

Esa fue la última vez que Nerval intentó ponerse en contacto conmigo. No sé si fue él el que mandó matarme, o fue cosa de su criado, ni nunca lo sabré. Años después me enteré que Nerval había muerto de un disparo.


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